Agrupación Europea de Pensionistas de Cajas de Ahorros y Entidades Financieras

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XXI Euroencuentro
Apoyar el objetivo Europa 2020 - La reducción de la pobreza social y la creación de empleo

Buenas tardes,

Deseo agradecer de corazón la invitación que me cursó el Dr. Cândido Vintém para estar hoy aquí con ustedes y compartir algunas ideas sobre el tema del Euroencuentro de este año.

El tema del Euroencuentro –Apoyando el objetivo Europa 2020 sobre la reducción de la pobreza social y la creación de empleo– es un tema de gran importancia, no sólo en Portugal sino en toda Europa. Y cuando me puse a pensar en lo que podría compartir con ustedes me planteé tres cuestiones: 1) era inevitable hablar del problema existente; 2) era fundamental tener ideas acerca de nuevos caminos y de cómo mantener la esperanza; y 3) una tercera idea me pareció tener especial relevancia: las personas. Porque son ellas las que sufren la pobreza social y el desempleo.

Al trabajar en una ONG, sobre todo en cuestiones de desempleo, no puedo evitar acordarme de los rostros de aquellos que nos buscan, de los que comparten con nosotros sus preocupaciones y de aquellos que, gracias a nosotros, han encontrado su camino y aliento para seguir adelante con dos cojones.

Espero de este modo transportarles hacia el pasado, presente y futuro y compartir con ustedes algunas de las historias de personas con las que me he ido cruzando. Espero no decepcionarles. No traigo ninguna teoría, soy una antropóloga que trabaja con desempleados desde hace tres años, sólo les traigo su voz, sus sentimientos y sus pensamientos en relación con este tema.

Viaje al pasado

Con la entrada de Portugal en la Unión Europea (CEE, en los años 80) hubo un cambio en el estilo de vida de los ciudadanos. Nuestra calidad de vida mejoró: más carreteras, más educación/formación, mayor acceso a los bienes materiales, más viajes, más crédito, más consumo en general.

Los años 80/90 provocaron de forma general una enorme evolución económica en las familias portuguesas, pues éstas pudieron experimentar un estilo de vida al que nunca antes hubieran podido acceder.

El apogeo de la tecnología fomentó en los portugueses las ganas de utilizar los dispositivos y las últimas novedades en aparatos electrónicos de todo tipo: ordenadores, tablets, ipads, móviles, lavadoras, secadoras y hasta para cocinar (como es el caso de los célebres robots de cocina), y nos rodeamos de objetos que consideramos bienes de primera necesidad sin los cuales ya no podríamos vivir.

Aumentaron las tiendas que se han ido transformando en grandes cadenas repartidas por todas las ciudades del país: de textil (como Zara, por ejemplo), de decoración (como la tienda A Loja do Gato Preto), de libros y música (como Fnac), de electrodomésticos (como Worten), Bancos, tiendas de telecomunicaciones, Correos, entre otros. Y se construyeron centros comerciales para albergar todas estas tiendas, concentradas en un solo establecimiento y con un horario mucho más amplio que el de los comercios locales. Las personas empezaron a pasear por estos establecimientos de consumo, comprando y comprando sin parar, en general bienes innecesarios. Tenían la sensación de tener dinero en sus diversas formas (tarjetas de débito y/o de crédito), tenían fácil acceso a créditos, lo que les permitía mantener este estilo de vida.

Nos acostumbramos a comprar por impulsos porque nos lo podíamos permitir (teníamos dinero y/o crédito) y queríamos (deseo). De esta manera también aumentó el empleo y era relativamente fácil cambiar de empresa/trabajo. Esta abundancia generaba en muchos un sentimiento de prosperidad y felicidad. Pero la vida de los portugueses cambió cuando empezaron las dificultades y cuando las empresas empezaron a cerrar y/o echar a sus empleados. Se siguen visitando los centros comerciales pero con tiendas que no venden como antes y que están a punto de cerrar. En el país las cadenas de tiendas empiezan a ser menos numerosas, ya no existe una en cada esquina, en la puerta de cada portugués. Y claro, los portugueses han perdido sus empleos.

La austeridad económica, de la que tanto se habla en política, entra en todas las casas sin hacer ninguna distinción, haciendo que el modo de vida sufra restricciones y estrecheces. La clase media, que ha sido la que más alteraciones ha sufrido, vuelve a ser una clase despojada de bienes y, en algunos casos, incluso han visto cómo su estatus social se iba degradando. Se han dado (numerosos) casos en los que varias familias (parejas) han empezado a ser víctimas de la lacra del desempleo y de la pobreza social y, al no conseguir hacer frente a los compromisos financieros asumidos, se ven obligados a regresar a casa de sus progenitores; han perdido las ayudas sociales, por no hablar de las implicaciones sociológicas que todo esto ha conllevado.

El empleo en el pasado

La generación de los que ahora tienen más de 50 años fue educada, por lo general, para el llamado "empleo para la vida", sobre todo en la función pública, donde "se gana bien y es seguro".

Mi abuela, por ejemplo, siempre se preocupó por mí porque siempre trabajé en el sector privado. Sin embargo, mi hermana, que es profesora de educación primaria (trabaja para el Estado), nunca le supuso una preocupación. Por el hecho de trabajar para el Estado, su futuro y el de su familia estaba garantizado.

Las personas se educan en la lealtad para con las empresas donde trabajan, para evolucionar dentro de la misma empresa, adoptar e interiorizar sus valores, cultura y filosofía. Todos los empleados poseen un conocimiento profundo y empírico de la historia de la empresa. Empezaron a trabajar siendo novatos, a veces, hasta sin estudios, y comenzaron a evolucionar desde dentro, adquiriendo estudios, en ocasiones costeados por la propia empresa, que apostaba por cada empleado.

La expresión "la experiencia es un grado" está directamente relacionada con esta idea. La dedicación, el empeño o el conocimiento y la evolución del empleado junto con la de la empresa, permiten que existan determinadas ventajas que derivan de esta estrecha relación.

Por otro lado, existen colaboradores que no requieren cualificaciones, ya que aprendieron con la práctica, evolucionando en la empresa a través de su saber hacer y no del saber. Los directivos conocen el trabajo de cada persona y no necesitan evaluar su rendimiento de forma objetiva y sistemática: "Esta persona trabaja aquí desde hace más de 20 años. Por lo tanto, no vamos a cuestionar su rendimiento, ya que lo que cuenta es la experiencia y la lealtad".

El empleo en la actualidad

Cuando los tiempos cambian, el empleo escasea y las cualificaciones son uno de los criterios para garantizar la incorporación al mercado laboral; cuando el desempleo aumenta considerablemente, de modo que no sólo los menos competentes son despedidos, sino que se vuelve algo generalizado en cualquier tipo de función, edad, sexo, empresa, ciudad, etc., ¡la cosa cambia!

Junto con el empleo, se pierde también una parte de la identidad y de la red de contactos. Cuando nos presentamos, solemos decir "Cristina Carita, ingeniera" o "Cristina Carita, técnica de estudios de mercado". Somos lo que hacemos y, cuando perdemos el empleo, es como si perdiéramos la identidad, olvidamos quiénes somos. Estábamos acostumbrados a que el trabajo nos diera la dignidad. Cuando no lo tenemos, nos sentimos inútiles, nos aislamos del resto para no tener que hablar de ello, supone una vergüenza social. Acabamos perdiendo el contacto con un gran número de personas que conocemos y con quienes teníamos contacto regularmente. Por lo tanto, la red de contactos se pierde también. Nos quedamos solos, en una isla donde nos pusieron al principio y donde, ya sea por vergüenza o por falta de ánimo y energía, fingimos estar cómodos, no querer salir ni buscar ayuda.  

Las cualificaciones son fundamentales para la integración en el mercado laboral, de ahí que se apueste fuertemente por la educación, ya sea el Estado, la sociedad civil o las familias que invierten en los jóvenes para asegurar su futuro. Sin embargo, en la actualidad, tener un título superior ya no es un elemento diferenciador. Y se habla de competencias transversales y de habilidades sociales. Es importante tener un título superior, pero es igualmente importante mi capacidad de resolución de problemas, de comunicación y de relaciones interpersonales. 

Para nuestra generación esto supone muchos cambios y a un ritmo difícil de seguir. Hemos vivido durante 20 o 30 años en la estabilidad y, en menos de la mitad de ese tiempo, estamos sufriendo cambios continuamente. Cambios que no entendemos ni queremos, a los que nos oponemos hasta el punto de ampararnos en el sentimiento de que todo volverá a ser como antes, en contraposición a lo que resulta necesario hacer a diario para mantenerse dentro del sistema. 

El problema

Mapa del Desempleo

Las causas que conducen al desempleo y, por consiguiente, a la pobreza social, son numerosas tal y como podemos observar: malos hábitos laborales; dilatada experiencia profesional, pero en una única empresa; incumplimiento de las expectativas derivadas de la antigüedad en el puesto de trabajo; salarios elevados; baja cualificación, en algunos casos; enfermedades crónicas o profesionales que disminuyen el índice de productividad; resistencia a la adopción de nuevas herramientas o procedimientos: ordenadores, nuevos procedimientos de venta.

Las consecuencias, como sabemos, son catastróficas:

  • El individuo se aísla cuando se da cuenta de que existe un nuevo mercado laboral que no comprende y en el que no consigue sentirse cómodo;
  • La familia lo presiona para encontrar un nuevo puesto de trabajo, pero la familia no consigue percibir lo que la persona desempleada siente y piensa;
  • Las empresas de contratación establecen numerosos requisitos para la admisión de candidatos y desarrollan mecanismos de selección automáticos que eliminan el factor humano del proceso de selección;
  • Las empresas prefieren personas más jóvenes y sin vicios adquiridos, aunque tengan que hacer una mayor inversión en su formación;
  • No existe un sindicato que defienda sus intereses;
  • La reconversión laboral implica estudiar, seleccionar un sector, perder tiempo y una actitud a la que no está acostumbrado pues, en su fuero interno, significa retroceder.

Como consecuencia directa de todo esto, tenemos personas desempleadas desde hace mucho tiempo: gente de más de 45 años, sin empleo y sin perspectivas de futuro. De conformidad con los datos estadísticos (INE), a pesar de que el desempleo afecta a todas las edades y funciones, en 2013, un 27,6% de los desempleados (el mayor porcentaje hasta la fecha) tenían entre 45 y 64 años y no estaban cualificados. Las personas que se encuentran en esta franja de edad son las que también pasan más tiempo en el paro: 25 meses o más, además de ser igualmente los que se ven más afectados por lo recortes en las ayudas sociales. Algunos son “muy viejos” para acceder al mercado laboral, pero “demasiado jóvenes” para jubilarse ya.

A pesar de las dificultades y de la escasa evolución de las nuevas empresas o de la creación de nuevos empleos, los desempleados más jóvenes o aquellos que llevan menos tiempo en el paro son los que más fácilmente vuelven a insertarse en el mercado laboral. La actitud marca la diferencia, pero la receptividad de las empresas también es diferente. Los salarios sufrieron una gran alteración, haciendo que a aquél que está recibiendo una ayuda por desempleo no le compense volver a trabajar por un salario que no sólo es inferior al salario que percibía antes, sino que también es inferior a dicha ayuda. Así, se opta por permanecer recibiendo ayudas mientras sea posible, retrasando el regreso al mercado laboral y, por consiguiente, perdiendo competencias y aumentando la dificultad de ser el elegido para un nuevo empleo entre tantos candidatos (incluso con las medidas de incentivación existentes a la hora de contratar a personas de más de 45 años).

Los caminos

Pero, a pesar de las dificultades, existen alternativas. No puede/debe verse todo negativo. Existen personas de más de 45 años que están buscando trabajo (yo conozco a muchas, de hecho) y existen empresas que se muestran sensibles con este estrato de la sociedad portuguesa y que contratan a personas que tienen más de 45 años (también conozco a algunas).

Por lo que se refiere a los posibles caminos para llegar a las soluciones, voy a enumerar algunos que considero que deberían tomar tanto las personas como las empresas con vistas a crear alternativas a la situación  actual del "sin empleo y sin perspectivas de futuro".

La experiencia es un valor fundamental que no se debe infravalorar. Por mucho que digan que el conocimiento está desactualizado, existen competencias que no se pierden y conocimientos adquiridos que se deben transmitir a las nuevas generaciones. Y no hay nadie mejor para transmitirlo que esta generación, porque lo vivió y eso es lo que marca la diferencia en el relevo generacional.

Las empresas con visión de futuro seguro que entenderán el valor añadido de mantener a colaboradores experimentados y más motivados a la hora de transmitir los valores, la cultura y la filosofía de la empresa a futuros colaboradores, con muchas competencias pero sin ningún tipo de experiencia profesional y sin conocimiento  de la empresa en la que van a trabajar.

Y las personas con visión de futuro y actitud pueden demostrar por qué son un valor añadido, no sólo en cuanto al trabajo efectivo en las empresas, sino como transmisores de conocimiento y valores, que es lo que diferencia a esta empresa del resto de las del mercado. Esto le permite mantener o aumentar su cuota de mercado, sus ventas, sus servicios y sus clientes.

Lo que tenemos que hacer es unir a las personas con las empresas mediante propuestas concretas que aporten beneficios claros.

Algunas posibilidades:

  • Formación de formadores, uniendo el conocimiento y la experiencia con enfoques innovadores;
  • Programas de tutorización, fijando como principal objetivo el conocimiento y la filosofía de la empresa;
  • Programas de prácticas que incluyan acogida, integración, orientación y evaluación;
  • Apoyo a la creación de empresas, basándose en la experiencia y en herramientas innovadoras y adaptadas al mundo actual;
  • Observar las tendencias tomando como base el conocimiento del pasado, buscar tendencias de futuro y elaborar planes de acción con el objetivo de preparar a las empresas del siglo XX para el siglo XXII;
  • Programas de apoyo a los desempleados para ayudarles a mantener una actitud positiva y fomentar el pensamiento más allá de los límites tradicionales.

Con respecto a este último tema, me permito hacer referencia al Proyecto que coordino y del cual soy "producto", el GEPE, Grupos de ayuda mutua para la búsqueda de empleo, que no sólo me permitió ampliar perspectivas y horizontes sobre el problema, sino que también me hizo reflexionar sobre nuevas formas de abordarlo y, sobre todo, conocer a personas especiales y únicas que, asumiendo el compromiso voluntario de ayudarse mutuamente, han sido y son fuente de esperanza para tantos y ejemplo de que existen caminos para llegar a la solución. Estos caminos se basan, sin duda, en el fortalecimiento de las redes civiles e institucionales, así como en el hecho de compartir y en la complementariedad de las intervenciones llevadas a cabo en el ámbito de sus funciones más diversas.    

Recordando a todos aquellos con los que he coincidido, recordando también mi propia historia, concluyo diciendo que la ACTITUD es esencial.

Palabra clave para todos: desempleados, empresas, sociedad civil, Estado.

Cristina Carita
Conferenciante